- 13jun2014
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quiénes son las personas que influyen en la sociedad hoy
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Los viejos intelectuales, a los que se les contempla hoy entre la lástima y el desprecio, han dejado paso a los nuevos, que utilizan conceptos muy distintos y que ponen encima de la mesa cuestiones muy diferentes. Y no es sólo un fenómeno anglosajón: el artículo más comentado del último año en España fue el que César Molinas, ex directivo de Merryl Lynch, escribió acerca de las élites extractivas.
Por Esteban Hernández
Tiene aspecto relajado, en expresión y vestimenta, como de tecnócrata en domingo. Habla rápido, muestra la afabilidad justa, y maneja su discurso con habilidad y precisión. Daniel Cohen, exasesor del Banco Mundial y del Banco Central ruso, es uno de los economistas más reputados de Francia y uno de esos nuevos intelectuales que de manera gradual e insistente han tomado el espacio público. En lugar de esos pensadores que provenían del mundo de las ciencias sociales que fueron la fuente de influencia de gran parte del siglo XX, o de esos comentaristas políticos que marcaron el debate los últimos años a través de las tertulias, han aparecido pensadores que provienen del ámbito económico y financiero, y que se han convertido en los más valorados entre los centros de decisión social. Ya no están Sartre o Foucault, y en su lugar tenemos a Krugman, Stiglitz o Taleb.
Los viejos intelectuales, a los que se les contempla hoy entre la lástima y el desprecio, han dejado paso a los nuevos, que utilizan conceptos muy distintos y que ponen encima de la mesa cuestiones muy diferentes. Y no es sólo un fenómeno anglosajón: el artículo más comentado del último año en España fue el que César Molinas, ex directivo de Merryl Lynch, escribió acerca de las élites extractivas. Otras voces relevantes en el sector, como Daniel Lacalle o José Carlos Díez acaban de publicar con notable éxito nuevos libros (Nosotros los mercados, el primero y Hay vida después de la crisis, el segundo) que están contribuyendo a agitar el debate público sobre el modelo de sociedad que debemos seguir.Cuando el homo economicus entra por la puerta, el hombre moral salta por la ventana
Daniel Cohen en su último libro, Homo economicus (Premio al Libro de Economía 2012 en Francia), ofrece una pista para entender por qué son necesarios nuevos polos de referencia intelectual a través de una peculiar anécdota: el director de un centro de transfusión sanguínea, que deseaba aumentar sus reservas, tuvo la idea de ofrecer una prima a los donantes de sangre. Lejos de conseguir su propósito, la sangre recogida disminuyó. Con su propuesta, el director había roto de modo involuntario el equilibrio invisible que animaba a la gente a donar, algo que pertenecía al área del altruismo.
Al introducir la variable dinero, transformó la naturaleza de la participación de manera más radical de lo que pudiera sospecharse, incluso a nivel neuronal: ahora se activaba un lóbulo distinto en el cerebro de los posibles donantes. Metido en esa dinámica, ya sólo le quedaba la opción de huir hacia delante aumentando las primas para atraer a los donantes como fuera. Y exactamente eso, asegura Cohen, es lo que ha pasado con nuestro sistema, que se ha visto obligado a incrementar las recompensas y a endurecer los castigos, generando un mundo mucho más veloz y desigual. Por eso, en un escenario en el que cuando el homo economicus entra por la puerta, el hombre moral salta por la ventana, no es extraño que el peso social de las cuestiones éticas sea mucho menos relevante que el de los asuntos pragmáticos y que, por tanto, recurramos menos a los filósofos y más a los economistas.
Sin embargo, esta preeminencia del pragmatismo no es explicación suficiente. Los nuevos intelectuales han ganado presencia porque ofrecen ventaja especiales en un contexto tan agitado como el nuestro. Los nuevos intelectuales vienen bien, según ellos mismos, porque:
Permiten que se tomen mejores decisiones
“La gente puede cuestionar los dogmas establecidos en una sociedad que ha vivido periodos de crecimiento grande que, sin embargo, han generado diferencias y desequilibrios importantes”, señala Daniel Lacalle, gracias a que se está ofreciendo la información precisa para que cada cual pueda valorar los datos y tomar partido. “Stiglitz o Krugman se mojan en las cosas que pasan cada día. Si uno de ellos afirma que la solución para España pasa por convertirse en Argentina, cualquiera de nosotros puede comprobar qué pasó en Argentina y pensar si esa es o no la solución que preferimos. Si te dicen que hay que imprimir moneda, puedes ver qué ocurre con los países que imprimen moneda y así tomar un decisión”. Eso permite, señala Lacalle, que la gente no deje asuntos tan relevantes como sus salarios o sus pensiones en manos de otras personas. Como disponen de la información necesaria acerca de lo que ocurre y de las alternativas existentes, cualquiera puede extraer sus propias conclusiones.
Ayudan en un momento de crisis
“Somos como los médicos”, apunta José Carlos Díez, jefe de Intermoney, “ya que, cuando pasa algo, la gente siempre viene a vernos”. Con esa semejanza quiere subrayar cómo la influencia de los economistas en tiempos en que las cosas van bien permanece dentro de los límites de la especialidad, pero cuando las cosas se tuercen, todo el mundo vuelve la mirada hacia ellos. “Cuando sube la tasa de paro, que es la principal preocupación de los españoles, se va a buscar al economista”. Convertidos en una suerte de médicos de urgencia del dinero, este nuevo papel de los economistas es coherente con la naturaleza humana. “Sabemos que si el PIB mejora no se produce un aumento de la felicidad de la gente, pero cuando las cosas funcionan mal, sí se genera mucha más infelicidad”. Por lo tanto, en las épocas de bonanza, el papel social de los economistas es reducido, pero cuando las cosas se tuercen, todo el mundo les quiere a su lado.
Buena parte del prestigio que poseen los expertos del entorno de la economía y de las finanzas ha estado ligado a la realización de diagnósticos libres de valores. Tales expertos serían especialmente útiles porque se ceñirían a lecturas técnicas de la realidad en las que no se darían distorsiones ideológicas. Algo que Lacalle niega, ya que “todo economista tiene tras de sí un trasfondo político muy importante. La organización de la sociedad y del sistema económico corresponden siempre a una ideología”. Y tiene que ser así, apunta Díez, ya que los análisis no pueden abstraerse del contexto: “si quieres crear un entorno en el que la economía española, por ejemplo, se estabilice y regrese a la senda del crecimiento, has de atacar necesariamente la dinámica política y social”. En consecuencia, para hablar de economía, también hay que hacerlo de política, de sociología o de psicología, y eso provoca que muchos de estos autores, partiendo del terreno que mejor conocen, el de las finanzas, recojan referencias de muchas otras disciplinas.
Son útiles en épocas de grandes riesgos
Hemos pasado, señala César Molinas, citando a Ulrich Beck, “de una sociedad que vivía en presente de indicativo (pagamos las pensiones, hacemos la guerra a nuestros enemigos) a una sociedad que vive en subjuntivo (si el euro aguantase, si las pensiones se pudieran pagar), lo cual señala hasta qué punto nuestros temores se han mucho más difusos e intensos. Hemos pasado de estar preocupados por un enemigo visible, que estaba al otro lado de la frontera, a a estar asustados por la posibilidad de un cataclismo. El 11 M, el cambio climático o la crisis financiera muestran que estos cataclismos ocurren. Y los economistas nos hemos visto obligados a pensar en ellos y a intentar utilizar otras herramientas”.
Pero, cuidado, los gurús no son buenos
Que los intelectuales provenientes de la economía se hayan convertido en nuevos referentes no siempre es buena noticia, porque a menudo suelen caer en reduccionismos poco recomendables. “Desde hace mucho tiempo el cruce de economía y moral ha sido motivo de reflexión. Ya Santo Tomás de Aquino se preguntaba cómo podía costar más una perla que un ratón cuando el ratón es previo en la cronología de la creación. Hoy nos preguntamos cómo es posible que una persona gane cien mil veces más que otra, y la respuesta que los economistas damos es que este es un asunto que no tiene que ver sólo con la leyes de la oferta y la demanda, sino con la existencia de una sociedad que permite que eso ocurra».
Como estamos buscando una especie de faro, tendemos a idealizar los consejos de los economistasY eso, apunta Diego Hidalgo, presidente del think tank FRIDE, hace que haya que tener cuidado con los diagnósticos que provienen de ese campo. “Los políticos tratan de ampararse en los economistas en momentos difíciles, pero éstos no siempre tienen la perspectiva correcta. Cuando Gorbachov me invitó al lanzamiento de su fundación, en 1997, en la que reunió a una serie de grandes expertos, entre los que se contaban muchos premios Nobel, para analizar los peligros de una globalización descontrolada, expuse que uno de los grandes riesgos iba a ser la desigualdad. Y se me echaron encima, argumentando que no me estaba enterando de nada y que en realidad ocurriría al revés. El tiempo me dio la razón: la renta de un europeo era equivalente a la de 20 africanos, mientras que hoy equivale a la de 45, los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, y ha crecido la desigualdad entre países pero también en el interior de los países. De modo que está bien escuchar a economistas, pero no les puede convertir en gurús. Y lo cierto es que, como estamos buscando una especie de faro, tendemos a idealizar sus consejos cuando ninguno de ellos supo predecir la crisis”.Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-06-22/los-nuevos-intelectuales-quienes-son-las-personas-que-influyen-en-la-sociedad-hoy_9084/
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