- 17nov2014
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Big Data: cuantificando la vida urbana
- Por superadmin
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Muy pronto la Universidad de Chicago instalará decenas de paquetes de sensores en postes de alumbrado público en el distrito central de la ciudad y otros lugares. Cada paquete, que tiene un tamaño similar a una laptop gruesa, contiene 65 sensores que buscan capturar datos sobre el medio ambiente como volumen del sonido, niveles de viento y dióxido de carbono, así como datos de comportamiento como flujo del tránsito de peatones según relevan teléfonos inteligentes con Wi-Fi.
Por Elizabeth DwoskinCuatro por ciento de los habitantes de Manhattan, en Nueva York, se van a dormir antes de las 7:30 de la noche entresemana. Sólo 6% apaga las luces después de la medianoche.
Para obtener datos más detallados sobre lo que marca el ritmo de la ciudad de Nueva York, pregúntele al investigador Steven Koonin. Escondido en una azotea de Brooklyn, su cámara infrarroja de gran angular se asoma en las ventanas de miles de edificios en todo el río Este de la ciudad. La cámara detecta 800 graduaciones de luz, una sensibilidad que le permite a su software determinar a qué hora se van a dormir los habitantes, qué tipo de bombillas de luz utilizan, e incluso qué contaminantes emiten sus edificios.
Además, montó sensores de sonido en Brooklyn, sobre postes del alumbrado público y fachadas de edificios, para medir el volumen de fiestas caseras y bocinas de autos.
Koonin, un ex subsecretario de ciencia del gobierno de Obama que dirige el Centro para la Ciencia y el Progreso Urbano de la Universidad de Nueva York (NYU), está a la vanguardia de un movimiento académico para cuantificar la vida urbana.
Las empresas tecnológicas han usado las tecnologías y técnicas conocidas colectivamente como grandes datos para tomar decisiones de negocios y darle forma a las experiencias de sus clientes. Ahora los investigadores están llevando los grandes datos a la esfera pública, con la intención de mejorar la calidad de vida, ahorrar dinero y comprender las ciudades de formas que no eran posibles hace sólo unos años.
“Es como cuando Galileo apuntó el telescopio a los cielos por primera vez”, dijo Koonin. “Es una forma completamente nueva de ver la sociedad”.
Al hacerlo, los investigadores están planteando preguntas sobre el equilibrio adecuado entre privacidad y eficiencia. Redes municipales de sensores ofrecen grandes oportunidades, pero también implican riesgos. Al convertir hábitos personales en flujos digitales, la tecnología podría tentar a las autoridades a darle un mal uso. Mientras los académicos buscan promover la privacidad y la transparencia, algunos temen que los beneficios de los grandes datos puedan perderse si el público se vuelve temeroso de ser monitoreado.
“Durante mucho tiempo, la gente que vive en ciudades simulaba que podía ser anónima”, dijo Anthony Townsend, autor del libro Smart Cities: Big Data, Civic Hackers, and the Quest for a New Utopia (algo así como “Ciudades inteligentes: grandes datos, hackers cívicos y la búsqueda de una nueva utopía”). “No se trata del anonimato frente a la vigilancia. Hay un cálculo real de que va a suceder”.
El centro de NYU, que recibe millones de dólares en financiamiento por parte de varias corporaciones, incluidas Microsoft Corp. e International Business Machines Corp. , así como de la ciudad de Nueva York, es uno entre un puñado de nuevas instituciones académicas que afrontan proyectos municipales de grandes datos en Estados Unidos.
En las próximas semanas, la Universidad de Chicago instalará decenas de paquetes de sensores en postes de alumbrado público en el distrito central de la ciudad y otros lugares. Cada paquete, que tiene un tamaño similar a una laptop gruesa, contiene 65 sensores que buscan capturar datos sobre el medio ambiente como volumen del sonido, niveles de viento y dióxido de carbono, así como datos de comportamiento como flujo del tránsito de peatones según relevan teléfonos inteligentes con Wi-Fi.
La instalación en Chicago es financiada por una subvención federal más donaciones de Qualcomm Inc., Cisco Systems Inc. y otras empresas.
“Es como un Fitbit para la ciudad”, dijo Charlie Catlett, director del Centro Urbano para Computación y Datos de la Universidad de Chicago, el instituto que encabeza el proyecto “Serie de Cosas” de esa ciudad.
Estos proyectos se suman a esfuerzos recientes del gobierno por usar datos para incrementar la eficiencia de las ciudades. En Houston, por ejemplo, los funcionarios rastrean teléfonos inteligentes para entender la congestión de las calles y sincronizar los semáforos. En Barcelona, sensores pueden ayudar a trabajadores sanitarios a optimizar sus rutas de recolección.
Este tipo de proyectos están en sus etapas iniciales, pero ya generan polémica. “Este tipo de invasión es un espiral difícil de detener”, afirmó Bob Fioretti, un concejal y candidato a alcalde de Chicago, sobre el proyecto que se desarrolla actualmente en su ciudad. Aseguró que EE.UU. “alcanzó un punto donde la tecnología ha excedido los parámetros de la ley”.
El fiscal general de EE.UU. Eric Holder señaló hace poco los peligros del llamado “control preventivo”. Las policías de Los Ángeles y Chicago están usando registros de datos delictivos, otro ejemplo de utilización de datos, para predecir dónde surgirán los delitos, una estrategia por la cual policías son enviados a tocar la puerta y advertirles a los residentes que se mantengan dentro de los límites de la ley antes de que hayan cometido un crimen.
Un puñado de ciudades como Chicago, Boston y Los Ángeles ha adoptado políticas de datos abiertos, que ponen a disposición del público los datos municipales. Sin embargo, las redes de sensores comerciales y gubernamentales suelen operar según pocas reglas y poco escrutinio. Este mes, el Departamento de Tecnología de la Información y Telecomunicaciones de la Ciudad de Nueva York inhabilitó un proyecto comercial en el cual una empresa había instalado cientos de sensores en cabinas de teléfonos públicos. Los sensores transmitían mensajes de marketing de forma subrepticia.
La meta no es vender productos ni espiar a la gente, sostienen los académicos, sino mejorar la calidad de vida y el conocimiento sobre cómo funcionan las ciudades. En una era donde los ciudadanos se han acostumbrado —o al menos resignado— a una vigilancia de alta tecnología, sus esfuerzos son relativamente benignos.
Es más, afirman que se han esforzado por proteger la privacidad y fomentar la transparencia. Chicago, por ejemplo, no almacenará el código que identifica aparatos específicos y publicará los datos que recolecte en la web. Los investigadores de NYU mezclan las imágenes tomadas por la cámara de Koonin, para que no puedan ver el interior de los hogares.
Conocer los niveles de contaminación cuadra por cuadra puede ayudar a las familias a elegir dónde vivir, y los datos sobre ruidos dan impulso a ordenanzas sobre ruidos dejadas de lado desde hace tiempo, dijo Koonin. Las ciudades con leyes de contaminación podrían monitorear emisiones en lugar de depender de que los dueños de los edificios las reporten.
Más allá de su impacto potencial en la vida urbana, los datos municipales podrían tener un enorme valor económico. Los valores de propiedad podrían subir en cuadras con bajos niveles de polución, las ciudades podrían recaudar más ingresos por violaciones a ordenanzas de ruido y emisiones, y los minoristas podrían usar datos del tránsito de peatones para elegir ubicaciones más rentables para sus tiendas, según académicos y funcionarios de la ciudad.
Sigue siendo una pregunta sin respuesta si tener un conocimiento preciso de la hora a la que se acuestan los habitantes de Nueva York puede ahorrar dinero, ahorrar recursos o ayudar a la ciudad a ser más eficiente. Pero los investigadores esperan que los beneficios de la tecnología conquisten a un público receloso de la vigilancia.
“Esto es lo inverso al Gran Hermano”, dijo Catlett, de la Universidad de Chicago. “Si piensas en el Gran Hermano como en la ciudad observando a la gente, esto es la ciudad publicando datos para que la gente pueda observar la ciudad”.
Fuente: http://bit.ly/1068klr
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