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24nov2017

El grave impacto medioambiental del Black Friday

  • Por Cazoll
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Black Friday, el día más negro para la salud del planeta. Redacción, Marketing Directo
 


 

El Black Friday ha pasado de ser una festividad exclusivamente americana a convertirse en un auténtico fenómeno global. Desde hace más días de los que recordamos estamos siendo bombardeados con multitud de ofertas y descuentos (cuidado porque no hay que fiarse de todas las gangas) que, queramos o no, acabarán por hacernos caer en la tentación.
 
El Black Friday es la máxima expresión del consumismo. Y el problema es que ya no se trata de un solo día. Se erige como la excusa perfecta para fijar una especie de calentamiento para las esperadas compras de Navidad.
 
No se trata de una oportunidad de hacernos con aquel producto con el que hemos estado soñado. La adaptación del Black Friday responde únicamente a intereses económicos y no a un trasvase cultural. Si así fuese, ¿por qué el intercambio cultural no se produce a la inversa?
 
Un mundo de obsolescencia programada
Todo se trata de dinero, dinero y más dinero. Vivimos en la era de la obsolescencia programada. Las últimas tecnologías que llegan a nuestras manos como adalid de la solución a todos nuestros problemas, están diseñadas para que pasen a mejor vida lo más rápido posible para seguir comprando.
 
La sociedad ha aceptado esta dinámica. Una dicotomía simple que nadie cuestiona: si el producto es barato no va a sorprendernos que se rompa pronto, mientras que si es caro, tenemos asumido que en cuestión de meses aparecerá un nuevo modelo mejor.
 
Se trata de una dinámica que no es exclusiva del mundo de la tecnología. El sector textil se erige como uno de los mejores ejemplos de cómo el consumismo ha conseguido cegarnos hasta unos límites que no somos conscientes de lo que supone la elaboración de los productos. Independientemente del precio que tenga.
 
El precio medioambiental del consumismo sin control
Tal y como recogen desde Retina (El País), para hacer una camiseta básica de algodón (alrededor de 250 gramos) se necesitan 2.700 litros de agua de acuerdo a las cifras ofrecidas por Slow Fashion Next. Ahora realice un cálculo sencillo sabiendo que cada año se fabrican 100.000 millones de prendas de ropa en todo el mundo.
 
En la citada cabecera se añade otro dato que debería hacernos, al menos, pararnos a pensar. La elaboración de un solo pantalón vaquero necesita 10.000 litros de agua.
 
“El consumo que crean acciones como el Black Friday, invitando a la impulsividad y el exceso, es una de las causas que favorece el uso no sostenible de recursos que, a su vez, favorece la desertificación”, explica en Retina Carmen Valor, profesora de marketing de Comillas ICADE.
“La relación es indirecta, pero existe: solo con un pensamiento sistémico tomamos conciencia de los efectos de nuestras acciones en nuestra realidad más cercana”.
 
Muchas son las voces que ante estas reflexiones dirán que si existe la sequía es porque no llueve. Y no les falta razón. Pero debemos tener en cuenta que si se produce es porque el ser humano con sus acciones está cambiando el clima global.
 
Reducir, reutilizar y reciclar
Y este es sólo el principio. La actividad del ser humano está perjudicando seriamente la salud del planeta. Nuestro consumo compulsivo fomentado por acciones como el Black Friday no hacen sino agravar la situación.
 
Ya no basta con reciclar. La producción en masa de productos basados en la obsolescencia programa está dañando seriamente el planeta. Hay que avanzar hacia modelos sostenibles de fabricación y consumo que no sólo apuesten por la mayor duración de los productos. Tienen que abogar por que su impacto en el medio ambiente sea menor atendiendo a todos los puntos de sus ciclos de vida.
 
“Los ecologistas nos enseñaron las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar. Se nos olvidó aplicar la más importante, que es reducir el consumo”, declara en el citado medio Carlos Ballesteros García de la Universidad Pontificia de Comillas.
 
Solving the E-Waste Problem en colaboración con la ONU han estimado para este año un total de 65 millones de toneladas de basura electrónica. Una cifra que supone un incremento del 33% en sólo cinco años.
 
“Todo este sistema afecta a los océanos y a la desertificaciónporque tiene relación con la variación del ciclo del agua, con las altas emisiones de CO2 de lo que producimos, cada vez más rápido”, señala en el citado reportaje.
 
El colapso de los sistemas de reciclado
Los sistemas de reciclado de las naciones occidentales o del primer mundo no están capacitados para gestionar las ingentes cantidades de residuos electrónicos. Diversos documentales e informes de organismos internacionales han advertido de que, debido a esta situación, millones de toneladas de basura son enviadas a países de África como Ghana.
 
Una situación que se repite cada vez con mayor frecuencia a pesar de que existen tratados internacionales que lo prohíben. A pesar de esto más del 80% de los residuos que se envían a Ghana no pueden ser reciclados y están siendo acumulados sin posibilidad de una segunda oportunidad en el país. Y lo peor es que no se trata de un caso aislado.
 
Agbogbloshie es el nombre que recibe el mayor mercado mundial de chatarra electrónica que se ha convertido en el paisaje habitual de la capital de Ghana, Accra.

 

Esta zona recibe más de 600 contenedores mensuales de basura electrónica procedente en su mayor parte de Europa. Los datos de Eurostat apuntan a que el 4% de la basura que se genera de gorma anual en el viejo continente es electrónica.
 
Esto tiene consecuencias fatales para las tierras de la región. Estas están siendo contaminadas por materiales como el plomo, cadmio o bromo entre otras sustancias. Ahora África se está convirtiendo en el vertedero electrónico del mundo después de que, durante años, China e India fueran el destino de hasta el 70% de esta basura.
 
¿Cuál es nuestra misión como consumidores?

Estos son sólo algunos datos que nos ayudan a conformar una fotografía cuya realidad es aún peor. Una imagen en la que nuestro consumo excesivo y sin razonamiento o utilidad real está complicando.
 
Nuestra misión como consumidores pasa no sólo por consumir de forma más responsable. Tenemos que exigir a los gobiernos y las instituciones que se establezcan normas eficientes contra la obsolescencia programada.
 
Hay que apostar por aquellas marcas que trabajan sobre los principios del ecodiseño y que son responsables con el cuidado del medio ambiente.
 
Es por que esto que deberíamos enfrentarnos al Black Friday pensando sí realmente todo aquello que queremos comprar realmente lo necesitamos.
 
El consumismo no es más que una deformación de la realidad que está destruyendo nuestro entorno. Ahora valore si ese gran descuento (maquillado en la mayoría de las ocasiones) realmente le compensa no sólo pensando en su bolsillo sino de cara al futuro de todos.

 

Fuente: https://www.marketingdirecto.com/

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