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26Set2012

Con Facebook, nunca hay que decir adiós

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Las redes sociales y el final de los finales.
Por Shelley Galasso Bonanno, MA, psicoterapeuta.
Published on September 20, 2012 by Kristi Pikiewicz in Meaningful You, Psychology Today
 
 
Gracias a Facebook, es posible que ya nunca tenga que decir adiós. Los vínculos emocionales puede vivir en y a través de la Web. Para muchas relaciones, el separarse o terminar se hace  difícil, sino imposible. He estado considerando el valor de evitar las separaciones dolorosas, de nunca tener que decir adiós. En otras palabras, de un mundo sin cierre emocional o sin muerte.
La idea de no tener que decir adiós puede ser contemplado como un deseo como una miedo. Recuerdo las primeras películas de ciencia ficción donde uno puede vivir para siempre, a veces sin signos visibles de envejecimiento. Donde nunca tenemos que decir adiós o llorar nuestras pérdidas, y en su lugar hay que aprender el arte de no tener que decir adiós, incluso cuando queremos. ¿Es la ausencia de tal pérdida un lujo, una maldición, o las dos cosas?
Las redes sociales, como Facebook, parecen trascender tiempo y espacio. En el pasado, cuando nos íbamos de vacaciones, conocíamos gente nueva, compartíamos días de diversión, y nos separábamos después de intercambiar fotografías y direcciones. Mientras que las separaciones quizá nos entristecían, rara vez las conexiones se mantenían o llegaban luego a desarrollarse mucho más allá del encuentro inicial. Tal vez, años más tarde, revisitábamos la relación en nuestros desvanecidos recuerdos cuando nos encontrábamos con la fotografía de algunas caras sonrientes y exclamábamos: ¿recuerdas esto y lo otro?, ¿cómo se llamaba? 
Pero ahora compartimos mensajes de correo electrónico y nos volvemos ” amigos “en los medios sociales. Nos enteramos de sus vidas. Vemos fotografías íntimas de sus hijos, de sus nietos… Nunca tenemos que decir adiós. Nos mantenemos en contacto y volvemos a conectarnos años más tarde, tal vez para otras vacaciones despreocupadas. O nos preguntamos cómo hemos de salir de una relación que estaba destinada a ser fugaz pero como una conexión continua interfiere con nuestra vida diaria.
Rupturas románticas. Divorcios. Antes, tomábamos nuestros propios caminos, sin conexión, sobre todo cuando no había hijos de por medio. Llorábamos,  con suerte creciendo emocionalmente gracias a la experiencia, y seguíamos adelante. A menudo, nuestros caminos jamás se volvían a cruzar. Pero ahora, continuamos nuestras conexiones emocionales a través de los medios sociales. Vemos fotografías, leemos mensajes, echamos un vistazo a sus hijos recién nacidos, y nuestro nexo emocional aparentemente nunca termina, por lo que es difícil seguir adelante, eliminando o dificultando nuevas conexiones emocionales con otras personas.
No hay duda de que las redes sociales nos permiten la indulgencia (¿o el tormento?) de evitar las despedidas. Incluso cuando los usuarios de Facebook mueren, a menudo, sus páginas se guardan y son recordadas por aquellos por quienes fue amado. Uno puede vivir en las redes sociales, y no en una sola dimensión como en las fotografías, sino a través de una página web viva, con posts y actualizaciones de estado que continúan activas incluso años después de que uno se ha ido. ¿Una bonita manera de volver a la persona amada, o una manera de evitar el cierre y vivir en el pasado en lugar del presente?
¿Qué pasa con aquellos que han decidido unirse en contra de la locura de las redes sociales? ¿Aquellos que desafían la tecnología o no están interesados en mantener conexiones online? ¿Son sus cierres y separaciones psicológicamente más saludables? ¿Son menos complicados? ¿Avanzan en forma más rápida o con menos dificultad?
¿Y qué significa eso para el mundo del psicoanálisis y la psicoterapia? Dado que es poco probable que nos hagamos “amigos” de los analistas o terapeutas, tendremos que lidiar con un análisis aparentemente interminable o trabajar a través de una resolución. Así, el psicoanálisis es un lugar donde tanto el deseo como el temor a la ruptura está vivo y bien; donde  los  ensayos generales para el acto final son comunes.
Nos guste o no, las redes sociales casi seguramente llegaron para quedarse. Por lo tanto, la verdadera pregunta no es si mejoran la salud emocional, sino cómo asegurarnos de que no interfieran con el delicado arte del cierre. Lamentablemente, aunque las relaciones a través de la web, con toda su gloria de poder inhibir la necesidad de abandonar las cosas completamente, pueden impedirnos el logro de aquel cierre, no han logrado aún otorgarnos una forma de evitar la última separación, es decir, la muerte.
 
 
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