Por ROBERT LEE HOTZ
Nuevas investigaciones sugieren que el estatus y la autoridad influyen en nuestras expresiones faciales, haciendo de una simple sonrisa un juego de poder.
Los nuevos experimentos, que fueron presentados al público en la reunión anual de la Sociedad de Neurología en Nueva Orleans, atribuyeron la decisión de sonreír a los reflejos sociales, que ocurren con velocidad relámpago y que están arraigados en los circuitos neurales. Por lo general, mostramos u ocultamos una sonrisa en base al rango, poder o estatus, indicaron los investigadores que analizaron las respuestas faciales involuntarias que ocurren cuando uno devuelve o suprime una sonrisa.
Esta es la observación más reciente en el tema que los científicos que estudian la relación entre la cultura y el cerebro denominan «el efecto del jefe», en que la presión social del estatus y el poder repercuten en nuestra neurobiología.
«Esto da forma a la arquitectura neural», señala el neurocientífico Sook-Lei Liew del Instituto Nacional de Desórdenes Neurológicos y Derrame Cerebral de Estados Unidos, quien ha estudiado este fenómeno, aunque no participó en la investigación presentada la semana pasada.
La cultura de la política en la oficina puede cambiar sutilmente nuestra percepción de rostros y expresiones. Normalmente, por ejemplo, reconocemos primero nuestro propio rostro en una serie de fotografías. En algunas circunstancias, sin embargo, respondemos en primer lugar a la foto de nuestro jefe, debido a una reacción involuntaria que se impone ante nuestros reflejos sociales normales.
Este «efecto del jefe» varía entre diferentes culturas nacionales. Los trabajadores chinos reaccionaron más velozmente a una foto de su supervisor directo, siempre y cuando el jefe tuviera el poder de darles una evaluación de trabajo negativa, de acuerdo a un estudio por Liew y sus colegas el año pasado en la Universidad del Sur de California y la Universidad de Peking.
Por contraste, los estadounidenses analizados reaccionaron más rápidamente a los supervisores percibidos como más influyentes socialmente.
Los resultados de la prueba que se presentaron en la Universidad de California en San Diego documentaron cómo una sonrisa puede encapsular la autoridad en el trabajo.
Utilizando una técnica llamada electromiografía facial, el neurocientífico cognitivo Evan Carr examinó las reacciones de 55 estudiantes de ambos sexos que fueron divididos en dos categorías: aquellos que consideraban tener mayor poder personal y los que consideraban lo contrario.
Les mostraron videos de personas que les indicaron tenían puestos importantes, como doctores, o puestos bajos, como empleados en restaurantes de comida rápida. Carr registró, milisegundo por milisegundo, los movimientos involuntarios de los músculos involucrados en la sonrisa mientras ellos veían los videos.
La reproducción inconsciente de las expresiones faciales de otra persona —incluyendo devolver una sonrisa—parecía depender, en parte, en la percepción del poder propio del imitador y del estatus de la persona imitada, descubrió.
Los investigadores hallaron que cuando las personas se sentían poderosas muy raramente devolvían una sonrisa de un individuo de alto rango, suprimiendo automáticamente la tendencia de imitar la mueca.
«Uno podría sentirse más competitivo», dice Carr.
Por otro lado, aquellos que se sentían carentes de poder automáticamente imitaron la sonrisa de todos, independientemente de su posición.
«Los sentimientos de uno sobre el poder y el estatus parecen determinar qué tan dispuesto está uno a devolver la sonrisa a otra persona», asevera Carr. «Somos muy capaces de actuar como camaleón humano y reaccionar a estas situaciones sociales sin realmente percatarnos de hacerlo».
fuente: http://online.wsj.com/article/SB10001424052970203630604578072862969756852.html?mod=WSJS_vida_LeftTop
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