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21jun2017

Caminar para evitar la demencia

  • Por Cazoll
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El ejercicio podría reforzar la función cerebral y las habilidades de pensamiento de personas que padecen demencia, según una nueva investigación. Los descubrimientos del estudio indican que caminar unas cuantas veces a la semana podría cambiar el rumbo de la enfermedad y mejorar el bienestar físico de quienes desarrollan una forma común de pérdida de memoria relacionada con la edad, que de otra manera tiene pocos tratamientos.

Por Gretchen Reynolds, The New York Times
 

 
El estudio examinó el deterioro cognitivo vascular, la segunda forma más frecuente de demencia en el mundo, después de la más conocida enfermedad de Alzheimer. La condición surge cuando los vasos sanguíneos se dañan y la sangre no fluye apropiadamente al cerebro. Comúnmente es asociada con la hipertensión y los padecimientos cardiacos.
 
Sin embargo, mientras se ha puesto una gran atención a la investigación del alzhéimer, se sabe menos sobre la progresión y los posibles tratamientos para frenar el avance de la demencia vascular. Un estudio indica que reducir la presión arterial disminuye los síntomas de la enfermedad.
 
El ejercicio también puede mejorar la presión arterial y la salud cardiovascular. Y otra investigación sugiere que las caminatas vigorosas pueden mejorar la memoria y las habilidades físicas en las etapas tempranas del Alzheimer. Pero, sorprendentemente, pocos estudios previos han analizado si el ejercicio también podría mejorar la función cerebral en personas con demencia vascular.

 

Para el nuevo estudio, publicado en abril en The British Journal of Sports Medicine, investigadores de la Universidad de la Columbia Británica en Canadá y otras instituciones decidieron analizar los efectos de caminar en personas con ese tipo de demencia.
 
Reclutaron a 38 personas mayores en la Columbia Británica quienes habían sido diagnosticados con una forma moderada y temprana de deterioro cognitivo vascular. Ninguna se ejercitaba. Todos aceptaron visitar el laboratorio de la universidad frecuentemente durante seis meses. Durante la primera visita de los participantes, los científicos evaluaron su estado de salud general y también sus habilidades para memorizar y pensar.
 
Escanearon el cerebro de cada uno de los voluntarios mientras estos se concentraban en un test computarizado para medir sus habilidades de atención y toma de decisiones, el cual requería dar clic rápidamente para indicar la dirección en la cual una flecha debería apuntar. Este escaneo fue diseñado para develar la actividad neuronal y qué tan arduamente estaban trabajando las diferentes áreas del cerebro durante la tarea.
 
Finalmente, los científicos asignaron de manera aleatoria a los voluntarios que comenzaron a caminar y, el grupo de control, que visita el laboratorio para recibir sesiones semanales educativas sobre nutrición y un estilo de vida sano.
 
El programa de caminata era sencillo: consistía en sesiones de una hora supervisadas en el laboratorio tres veces a la semana. A los caminantes se les pidió moverse durante las rutinas con la suficiente energía para elevar sus frecuencias cardiacas hasta cerca del 65 por ciento de su máxima capacidad.
 
“Queríamos tener algo de intensidad” en el ejercicio, dijo Teresa Liu-Ambrose, directora del laboratorio de envejecimiento, movilidad y neurociencia cognitiva en la Universidad de Columbia Británica y la principal autora del estudio. La mayoría de los caminantes completaron todas las sesiones y “parece que disfrutaban el ejercicio” al concluir los seis meses, comentó la investigadora.
 
En ese momento, los voluntarios de ambos grupos volvieron a hacer las pruebas físicas y cognitivas de seis meses antes, así como el escaneo cerebral. Los resultados mostraron que los dos grupos se habían apartado en cuanto al funcionamiento de sus cuerpos y cerebros. Lo más obvio era que los caminantes ahora generalmente tenían presiones arteriales más bajas que los voluntarios en el grupo de control.
 
Pero lo más impactante es que sus cerebros también estaban trabajando diferente. Los cerebros de los caminantes mostraron menos activación en partes del cerebro requeridas para la atención y la rápida toma de decisiones que los cerebros de las personas en el grupo de control.
 
Las diferencias fueron sutiles, según Liu-Ambrose, pero se correlacionan adecuadamente con mejoras en las pruebas cognitivas. Entre menos esfuerzo requiera el cerebro de alguien para mantener la atención y tomar decisiones rápidas, esa persona se desempeñará mejor en exámenes de habilidad de pensamiento general.
 
En resumen, dijo Liu-Ambrose, los caminantes tuvieron ahora cerebros más eficientes y mejores habilidades de pensamiento que el grupo de control.
 
Por supuesto, este estudio fue breve porque solo duró solo seis meses, tiempo después del cual se dio a los voluntarios la libertad de dejar de ejercitarse —y la mayoría lo hizo—. Liu-Ambrose y sus colegas esperan estudiar en el futuro si los cerebros y los cuerpos pierden algo de lo ganado si regresan a ser sedentarios y qué tan rápido ocurre eso. También desean analizar diferentes “dosis” de ejercicio y estudiar si rutinas más breves o sencillas tendrían un efecto en la función cerebral en personas con demencia vascular.
 
Obviamente, cualquiera con problemas de memoria o cognitivos de otro tipo debe consultar con un médico antes de comenzar a ejercitarse y probablemente no deberían ejercitarse solos, aseveró la especialista de la Universidad de Columbia Británica.
 
Pero aún con los temas adicionales pendientes de análisis, los resultados de este estudio son alentadores, señaló Liu-Ambrose. Muestran que en etapas tempranas de la demencia vascular, “algo tan sencillo y accesible como caminar puede hacer una diferencia significativa” en el buen funcionamiento del cerebro.
 
Fuente: https://www.nytimes.com/

CATEGORIES bienestar ciencia salud

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