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29mar2012

Conocer nuestro pasado para predecir mejor nuestro futuro.

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El primer dato chocante del pasado es que, aunque nos cueste creerlo, no hemos dejado de evolucionar. Nuestra especie, el Homo sapiens, apareció en África hace unos 180,000 años. Apartir de 50,000 años nuestros antepasados se extendieron por todo el planeta, alcanzando la India hace 80,000, Australia hace 60,000 y América, a través del estrecho de Bering, hace unos 25,000 años. Los pueblos que coexisten en el planeta comparten un origen común al tiempo que sus particulares biografías los han tildado con diferencias genéticas frutos del proceso de evolución por selección natural que Charles Darwin describió hace más de siglo y medio.

Colores
El color de la piel es un de los rasgos más evidentes, y la historia que se esconde detrás de éste es algo más interesante de lo parece a primera vista. Cuando, hace unos 7 millones de años, nuestros antepasados y el de los chimpancés se separaron, ambos tenían el cuerpo cubierto de pelo. Ese pelaje protegía una piel delicada y clara, como la que hoy mantienen nuestros primos africanos -cuando nacen, los chimpancés tienen una piel muy poco pigmentada que solo se oscurece por acción del Sol tropical a lo largo del tiempo-. Las diferentes especies que mediaron entre aquellos parientes lejanos y nosotros fueron progresivamente perdiendo ese pelaje. El resultado final de la falta de pelo y la radiación solar fue que nuestra piel se oscureciera para protegernos. El Sol es fuente de vida, sus rayos son los que hacen posible que nuestra piel sintetice la Vitamina D, esencial para el desarrollo de los huesos y cuya escasez provoca raquitismo y dificultades en el parto. En latitudes tropicales hay mucha radiación todo el año, de manera que lo importante es protegerse contra el daño que ésta causa en nuestro ADN y la facilidad con la que los rayos ultravioletas destruyen el folato -una molécula esencial para el desarrollo del sistema nervioso durante la gestación-. Todos los Homo sapiens empezamos teniendo la piel oscura.
Cuando algunos abandonaron los trópicos para adentrarse en Eurasia, el color de su piel supuso un problema. La pigmentación ya no protegía contra los rayos ultravioletas -escasos en latitudes septentrionales- y, además, impedía la síntesis de cantidades suficientes de vitamina D. Lo que ocurrió entonces es que, a lo largo de unas cuantas generaciones, los pueblos que ocuparon Europa y Asia sufrieron mutaciones en su ADN que les confirieron una piel menos pigmentada. Lo más curioso es que ambos, europeos y asiáticos, tienen la piel clara por mutaciones distintas. Lo que en evolución se llama característica análoga. Tomado de Ciencia cierta, http://www.sciencefriday.com/cienciacierta/ (Continuará…)

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