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12oct2012

Espíame…

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… y dime cómo soy
 
Una aplicación para el móvil registra la vida,
paso a paso, de más de un millón de voluntarios.
El macroexperimento pretende estudiar el comportamiento humano
 
 
 
El rastro de información que dejamos constantemente en nuestra intensa relación con la tecnología se ha convertido en una base de datos inagotable cuyo uso está cambiando la humanidad. Un experimento presentado ayer en Londres mostró el poder de una aplicación que ha obtenido información privada de un millón de voluntarios a través de sus smartphones. La iniciativa quiere mostrar “los beneficios” de compartir nuestros datos en Internet, pero ¿seremos capaces de gestionar esa información con fines beneficiosos para todos o acabará por convertirse en un poderoso instrumento que facilitará nuestro control y manipulación?

Desde el principio de los tiempos hasta el año 2003 la humanidad ha generado cinco exabytes de información (50 bytes elevado a 18). La abundancia tecnológica en que nos hemos sumergido, que une íntimamente nuestra existencia a Internet en general y a los móviles inteligentes en particular, ha provocado que desde 2003 hasta hoy produzcamos esa misma cantidad de testimonios de vida cada dos días. Con un móvil inteligente entre las manos nuestra sola existencia produce datos y más datos. Según un grupo de expertos encargado del proyecto Human Face of Big Data, gran parte de esta información está hoy desperdiciada en el ciberespacio y podría mejorar el futuro del ser humano en asuntos como la salud, la seguridad, el medio ambiente, las relaciones personales o los negocios.

Desde el 25 de septiembre, aproximadamente un millón de personas están compartiendo su vida privada a través del móvil para participar en este experimento y poder cotejar sus hábitos y costumbres con los de personas en todos los rincones del planeta. Se espera que de aquí a diciembre entre uno y diez millones de personas se descarguen esta aplicación gratuita llamada The Human Face of Big Data. Por ahora solo está disponible para Android, pero en los próximos días también se podrá obtener la versión de Apple. Todos estos voluntarios anónimos están dispuestos a compartir su vida con el prójimo a cambio de poder comparar sus hábitos con los de otros seres humanos o encontrar su alma gemela de los datos. Al terminar el experimento, dentro de dos meses, la información será cedida a un museo en Estados Unidos —que no han identificado— que la analizará y la aplicación dejará de funcionar.
 

La humanidad genera en dos días tantos datos como hubo hasta 2003

“Big Data se asocia siempre al temor de acabar viviendo en un Gran Hermano. Efectivamente, hay un elemento de esto, pero existe otra cara con la potencialidad de mejorar el mundo a través de su análisis, de comparar patrones de comportamiento y datos demográficos”, comentó ayer David Menninger, el responsable del desarrollo del negocio de EMC. Esta compañía con presencia en la Bolsa de Nueva York, que diseña software para que las empresas sepan utilizar e interpretar los datos que aporta la información que se encuentra en Internet, es la mayor patrocinadora del experimento. Los otros son Cisco, FedEx, VMware, Tableau y Originate. “La gente es incapaz de reconocer los aspectos beneficiosos de estos conjuntos de datos porque casi inmediatamente se asustan ante los relacionados con el Gran Hermano”, añadió el ejecutivo.

Jake Porway, fundador de la empresa Data Kind, aportó un ejemplo de cómo este mastodóntico concepto llamado Big Data puede cambiar nuestras vidas para bien. “Hasta ahora, solo las empresas tecnológicas estaban utilizando estos datos, pero poco a poco todos los sectores se van a subir al carro”. La pequeña compañía de Porway, con solo dos empleados pagados, sabe utilizar la información que nos ofrece Internet para, por ejemplo, asesorar a una ONG sobre si recauda más dinero enviando sus correos electrónicos el lunes o el viernes. “Podemos analizar el número de personas que han abierto esa correspondencia, cuántas veces han pinchado sobre ella y si donaron dinero o no”. Porway ha reclutado a cientos de voluntarios que trabajan sin remuneración alguna para analizar los datos de la web. Él llama a sus voluntarios data scientist (científicos de los datos) y habla entusiasmado sobre cómo la presencia de uno de ellos en cada empresa podría mejorar exponencialmente sus beneficios. “Es alucinante pensar que alguien pueda dar sentido, ordenar y parangonar todos estos datos que a veces se pierden en el ciberespacio”.

El presidente de EMC para Europa, Adrian McDonald, asegura que estas iniciativas tendrán un gran impacto en muchos aspectos de la vida cotidiana y que las empresas que están detrás de ellas impulsarán la próxima “revolución industrial”.

“Se calcula que por cada niño que nazca en 2012 la cantidad de información que esta persona genere y la que se produzca relacionada con él será más grande que toda la que se ha creado desde la Edad de Piedra”, afirmó McDonald, quien agregó que el 10% de las fotografías tomadas a lo largo de la historia se sacaron en 2011. Según este experto, la industria responsable del procesamiento de estos inmensos volúmenes de datos “tiene el potencial de causar un cambio verdaderamente grande en la vida de los ciudadanos”.

Tomando la abrumadora generación de 5 exabytes de datos cada dos días como terreno de juego, este grupo de empresas tecnológicas se ha embarcado en un experimento apasionante y escalofriante a partes iguales. ¿Cómo cambiará nuestra vida esta nueva capacidad de recopilar, analizar, relacionar y visualizar enormes cantidades de datos en tiempo real? Este experimento da idea de la magnitud de su poder.

Al descargarnos The Human Face of Big Data en el teléfono, el GPS comienza a obtener “información pasiva”, por ejemplo, dónde vamos, a qué hora nuestra actividad es mayor, cuántos kilómetros recorremos en una jornada y a qué velocidad. El usuario puede responder además una serie de preguntas sobre sus sueños, opiniones sobre la familia, confianza, sexo, suerte… Preguntas como: ¿cuál es tu fantasía?, ¿qué quieres hacer antes de morir? o ¿si pudiera modificar el ADN de su hijo qué le daría, longevidad o inmunidad?” forman parte de este juego.

Uno de los pagos que estas personas obtienen a cambio de regalar su privacidad a la causa es poder hallar a su alma gemela. De entre todas las personas que han utilizado la aplicación encuentran aquella que más se les parece, la que hace lo mismo que ellos, la que comparte sus sueños…

Los datos se comparten en tiempo real y cambian minuto a minuto, pero a la una de la tarde de ayer el 52% de los usuarios de la aplicación procedía de Estados Unidos, el 5% de Reino Unido, el 3% de India y el resto, en menores proporciones, de otros rincones del mundo.

Pero ¿cuál es el nivel de privacidad que obtienen estos usuarios? Jonathan Martin, vicepresidente de EMC, asegura que todos los datos son anónimos. Pero ¿basta acaso con no decir nuestro nombre? En el juego del alma gemela, una de las grandes satisfacciones que obtienen los voluntarios es poder ver una foto de esa persona que genera el mismo tipo de información que ellos. “La política de privacidad se puede leer en nuestra página web y, en cada pregunta íntima que se formula, uno puede optar por no responder”, argumenta Martin.

Marion es francesa, tiene 35 años y es una de las personas que se han enrolado en este experimento. Está contenta de haber encontrado a su alma gemela, un hombre de 42 años que vive en Madrid, pero confiesa que antes de descargarse el programa tenía miedo “de que las preguntas fueran demasiado inquisitivas”. La que consideró más inquietante es la que se refería a su religión y a sus sueños. “Pero esa era una cuestión muy abierta y uno puede elegir cuánto involucrarse. El resto son preguntas sobre estilo de vida, como si tenía perro cuando era pequeña y cosas así”, nos comenta al teléfono.

Marion, como el resto de voluntarios, ha aceptado un nivel más de intrusión al abrir sus vidas a esta aplicación, pero todos nosotros exponemos nuestras vidas en mayor o menor grado y contribuimos cada día a generar esos cinco exabytes de información cuando abrimos el Facebook, cuando escuchamos una canción en Spotify, cuando actualizamos nuestro perfil de Twitter. ¿Qué nivel de control tenemos sobre la información que emitimos? ¿Podemos ser invisibles a los ojos de Internet si lo deseamos? ¿Cómo afectan a este proyecto entusiasta noticias como la que surgió la semana pasada de que un error en la privacidad de Facebook había dejado al descubierto los mensajes privados de sus usuarios previos a 2009?

“No tengo respuesta para esto”, confiesa el fundador de Data Kind Jake Porway, cuyo eslogan es Datos al servicio de la humanidad. “En nuestra empresa somos conscientes de que cada uno de los datos que manejamos proceden de la vida íntima de un individuo, que el número cinco millones de la investigación sobre los recursos de un hospital es un ser humano enfermo. Pero es evidente que hay un sacrificio y puede haber errores cuando damos nuestros datos, igual que asumimos que nos pueden romper un espejo retrovisor cada vez que dejamos nuestro coche en el aparcamiento. Eso no quiere decir que el uso de estos datos en las manos apropiadas no pueda cambiar nuestra vida para mejor”.

Entre las aplicaciones positivas, los expertos citaron como ejemplo la posibilidad de detectar y llevar vacunas contra la polio a una gran parte de la población del norte de Nigeria, que no figuran en ningún registro público. Otro ejemplo fue la posibilidad de controlar la expansión de las enfermedades que contagian los insectos, como la malaria. “Se sabe que los insectos se acercan al agua, así que imágenes aéreas como las de Google Earth nos pueden mostrar dónde están los lagos y las piscinas y dónde están los posibles focos de infección sobre los que se puede actuar”, explicaron ayer en Londres. Las virtudes innegables de esta nueva revelación informativa se contrarrestan en la balanza con el derecho a la privacidad de los individuos. ¿Qué sucede si esa piscina es la mía y la foto aérea fue sacada cuando estaba haciendo toples en ella?
fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/10/02/actualidad/1349206568_289975.html

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