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11sep2013

Phubbing. La manía de mirar más el celular que a las personas va en aumento.

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Tendencias: lo que para algunas generaciones resultaba un atropello a las buenas costumbres, para la siguiente es motivo de indiferencia. Ejemplo: el phubbing (del inglés, desairar con el teléfono) un desarreglo de la era tecnológica que consiste en ignorar a la persona que se tiene enfrente para curiosear en el propio celular. Las escenas de phubbing  se pueden observar a diario. Y no es una conducta exclusiva de los más jóvenes sino que compromete a todas las edades y géneros.

 

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“La sensación es descripta como un impulso que no se puede controlar, bajo la promesa mental de que la persistencia en la tarea va a otorgar algún rédito. Esto deja al otro en un lugar de espectador que es muy ingrato. El que lo efectúa, por lo general, se pone fastidioso cuando se lo hacen otros, pero sin embargo, no puede dejar de hacérselo a los demás” explica Gustavo Bustamante, director de la Fundación Fobia Club.
Con la aparición de los celulares la primera regla de cortesía en romperse fue atender el aparato en medio de una reunión. Pero esta actitud se justificó socialmente bajo el pretexto “está bien que lo haga, puede ser una emergencia”. Con la llegada de los smartphones y las comunicaciones en las redes sociales, todo se agravó.
En la Argentina, los celulares inteligentes representan el 47% de las ventas de celulares, según Carrier & Asociados. Otro dato de América Latina (OM Latam) y la Mobile Marketing Association (MMA), asociación vinculada con el marketing móvil, indica que el 24% de la población mayor de 16 años usa estos aparatos.
Pero quienes ocasionan el phubbing no tienen rangos de edades específicos aunque es más frecuente ver a los jóvenes protagonizando alguno de estos desplantes. Cualquier excusa sirve para bajar la mirada y entrar en el universo de las redes. Desde una pequeña actualización del perfil, hacer clic en un Me gusta, publicar un comentario en Twitter, responder un mensaje por WhatsApp, pedir vidas en el Candy Crush, o sacar una foto de la comida y compartirla en Instagram.

Durante cualquier conversación presencial, se producen múltiples interferencias externas (ruido de la calle, una bocina, el mozo que pasa, suena un celular), pero algunas personas son capaces de bloquear esas interferencias. Otras, no consiguen abstraerse.

“Vivimos en una sociedad individualista: cada vez hay menos actividades en común dentro del núcleo familia. Los miembros del clan ya disponen de su propia pantalla y puede elegir qué mirar en total privacidad. Con el teléfono pasa algo similar. Uno tiene la ilusión de que puede estar en múltiples lugares al mismo tiempo. Y es esa fantasía de conectarse con un clic lo terrible. Porque la atención no puede estar en varios puntos en simultáneo. Lo que implica que, para ver la pantalla, algo se está descuidando” sostiene Bustamante.

La sensación es que el teléfono da todo, pero también reclama subordinación absoluta. Actualizar a cada rato el perfil, fijarse si alguien hizo un comentario, estar pendiente de lo que otros dicen o hacen. En definitiva, convertirse en su prisionero.
Tal es la preocupación a nivel mundial sobre este tema que ya existe un movimiento anti-phubbing , iniciado por Alex Haigh, un joven australiano de 23 años. Su iniciativa tiene tanto éxito que incluso llegó a los titulares del diario británico The Guardian y del The New York Times. Tras haber experimentado en varias ocasiones esta nueva incomodidad tecnológica, Haigh creó Stopphubbing.com con la intención de reflexionar sobre el abuso del celular en entornos públicos. También tiene una página de Facebook para escrachar a famosos que hacen phubbing.

El miedo a salir sin el teléfono
Es la nomofobia, que también está creciendo a nivel global. Un estudio reciente de América Latina (OM Latam) y la Mobile Marketing Association (MMA) reveló que el 71% de los argentinos no pone un pie en la calle sin su equipo. Es frecuente en las personas con esta fobia que regresen a su casa cuando se dan cuenta que dejaron el teléfono. Incluso, algunos se resisten a silenciarlo en cines, teatros, aviones. Quieren seguir chequeando su mail o sus novedades en las redes sociales en cualquier momento y lugar.

Un estudio dirigido por el psicólogo Richard Balding de la Universidad de Worcester en Reino Unido, reveló que, efectivamente, el uso constante de estos aparatos aumenta los niveles de estrés, lo que a su vez incrementa los comportamientos compulsivos como el buscar incesantemente nuevas alertas, mensajes y actualizaciones.

Fuente: http://www.proyecto-salud.com.ar/shop/detallenot.asp?notid=9858

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