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18oct2016

Cómo entrenar tu cerebro para preferir siempre la comida más saludable

  • Por Cazoll
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No nacemos amando las patatas fritas y odiando las ensaladas y un nuevo estudio muestra que nuestro cerebro puede cambiar sus gustos culinarios
 

dieta
 

Cuando nos planteamos seguir una dieta o, al menos, cambiar nuestros hábitos alimenticios, pensamos que, por mucho que renunciemos a las hamburguesas, la pasta o los dulces, estos nos van a seguir apeteciendo más que un plato de legumbres o unas acelgas hervidas.
 

Hasta la fecha, los científicos sospechaban que, una vez que los circuitos cerebrales que apuntalan la adicción a la comida poco saludable están establecidos, es difícil o casi imposible acabar con ellos. Al igual que ocurre con la mayoría de exfumadores, las personas acostumbradas a llevar una dieta hipercalórica, por mucho que logren ponerse a dieta, están tentados de por vida por los alimentos que consumían antes. Pero un nuevo estudio, publicado esta semana en la revista Nutrition & Diabetes, asegura que es posible entrenar al cerebro para que prefiera consumir alimentos saludables, revertiendo esta tendencia.

 

“No nacemos amando las patatas fritas y odiando, por ejemplo, la pasta integral”, explica la doctora Susan B. Roberts, profesora de la Universidad de Tufts y coautora del estudio. “Este condicionamiento se forma a lo largo del tiempo en respuesta a una ingesta repetida de alimentos poco saludables”.
 

Lo que la mente revela de nuestros gustos
 

Para averiguar de qué manera el cerebro puede ser reeducado para preferir las comidas saludables, Roberts y sus colegas han estudiado el sistema de recompensa cerebral en trece hombres y mujeres con obesidad o sobrepeso. Ocho de ellos siguieron un nuevo programa de pérdida de peso diseñado por el equipo de la Universidad de Tufts (iDiet), los cinco restantes actuaron como grupo de control.
 

Las personas que siguen el programa de pérdida de peso tienen un mayor deseo por los alimentos saludables mientras disminuye sus preferencias por los alimentos que no lo son.
 

Ambos grupos se sometieron a escáneres de resonancia magnética (IRM) al empezar y finalizar el experimento, que duró seis meses. La prueba reveló que se había producido un cambio en las áreas de cerebro relacionadas con el aprendizaje y la adicción, pero sólo en las personas que participaron en el programa de pérdida de peso. Después de seis meses de dieta, esta área cerebral tenía una mayor sensibilidad hacia los alimentos saludables y bajos en calorías, lo que indica que las personas experimentaban un mayor placer al consumir estos del que sentían antes. Además, también se observó una disminución de la sensibilidad hacia los alimentos con más calorías y menos saludables.
 

“Este programa para perder peso está diseñado exprofeso para cambiar la manera en que las personas reaccionan ante las diferentes comidas”, explica Sai Krupa, científico del Energy Metabolism Laboratory y coautor de la investigación. “Nuestro estudio muestra que las personas que siguen el programa tienen un mayor deseo por los alimentos saludables mientras disminuye sus preferencias por los alimentos que no lo son, un efecto combinado que probablemente sea decisivo para una pérdida de peso sostenible”.
 

Si quieres puedes
 

En opinión de Krupa, su estudio es la primera demostración empírica de este efecto psicológico en las dietas, algo que podría atribuirse a este programa alimenticio en concreto –diseñado por la universidad, pero con fines comerciales–, ya que incluye un programa de educación para el cambio de hábitos y unos menús ricos en fibra y proteínas y bajos en índice glucémico.
Al margen del conflicto de interés presente en la investigación (y declarado como tal en la misma), el estudio tiene relevancia en la medida en que muestra, por primera vez, que nuestro cerebro es capaz de cambiar de gustos alimenticios si le orientamos por el buen camino.
 

“Otras investigaciones han mostrado que algunos procedimientos quirúrgicos como el bypass gástrico pueden disminuir el disfrute de la comida en general, pero esto no es muy satisfactorio, porque afecta a toda la comida, en vez de hacer que los alimentos sanos sean más apetecibles”, explica Thilo Deckersbach, psicólogo del Hospital General de Massachusetts y autor principal del estudio. “Nosotros mostramos que es posible cambiar las preferencias sin cirugía, y que la IRM es una importante herramienta para explorar el rol del cerebro en la alimentación”.

 

Por: Miguel Ayuso
 

Fuente: El Confidencial

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