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08Jun2012

Problemas en la neurozona

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Publicado por Pete Etchells en Nature Blogs.
Que te escaneen el cerebro es una experiencia muy rara. A mí me lo han hecho una vez. Me cargaron, como si fuera un torpedo, en una claustrofóbica cámara parecida a un Cocoon durante aproximadamente una hora, cuyos primeros terroríficos minutos pasé intentando recordar desesperadamente si me había deshecho de aquella bola de metal que me tragué cuando era un niño. Las máquinas mismas son bastante ruidosas, pero hay algo en sus ruidos tintineantes que me resulta relajante, así que pasé la mayor parte del tiempo en la cámara de lanzamiento intentando no bostezar. Realmente lo disfruté bastante.
 
La razón por la que estaba en el escáner era ayudar a calibrar algunas rutinas, asi que no entré allí para participar en ningún experimento. Debo ser uno de los pocos, ya que los estudios que emplean imágenes de resonancia magnética funcional han disfrutado de gran popularidad tanto en la comunidad científica como en los grandes medios en los últimos años. Tanto, que ha empezado a convertirse en la base para explicarlo todo, desde las opiniones de los consumidores a lo que ocurre cuando te avergüenzas, a, más recientemente, lo que piensa tu perro. Como en cualquier otro campo, parte de esta investigación es realmente buena, y parte es pura basura. De forma creciente, sin embargo, se están haciendo intentos para relacionar los hallazgos neurocientíficos con nuestra conducta cotidiana, bajo el supuesto de que las imágenes de nuestro cerebro pueden explicar la condición humana.

Tras cosas como la neuroestética o el neuromarketing, la última de estas modas parece ser la neuropolítica. Esta es la idea que los puntos de vista y las posiciones políticas pueden ser enraizadas de alguna forma en la biología humana, y de que las técnicas de neuroimagen pueden proporcionar un medio a través del cual averiguar qué partes del cerebro son políticamente relevantes.

Hay un problema con esta idea. Bueno, realmente hay varios problemas, pero me concentraré de momento en uno. Los estudios de neuroimagen que buscan los puntos de vista politicos tienden a buscar correlatos neurales en el cerebro. En otras palabras, hacen algo similar a este estudio, reúnen a un puñado de izquierdistas, un puñado de derechistas, y ven si hay diferencias en el tamaño o en la activación de varias partes del cerebro. Si es un buen estudio, los investigadores intentarán que los dos grupos sean lo más similares que sea posible en otras variables (lo básico serían cosas como el género y la edad, el status socioeconómico y el nivel de educación, pero la lista puede continuar), de forma que puedas asegurarte de que cualquier diferencia puede atribuirse a los puntos de vista políticos y no a nada más. Por ejemplo, en el estudio anterior, los autores hallaron que las personas que se consideraban más liberales mostraban mayor materia gris en una área del cerebro llamada corteza cingulada anterior, y aquellos que se consideraban más conservadores tenían una amigdala derecha más grande.

Tal como he señalado en otros post, señalar que dos cosas están correlacionadas no nos da ninguna idea sobre la causalidad. Nótese que esto no es una crítica del estudio anterior; los autores también lo señalan correctamente. Pero el problema viene cuando otros empiezan a inferir mucho más de lo que la investigación original prentendía. Por ejemplo, tomemos el resultado de los conservadores. La amígdala es una parte antigua del cerebro, implicada entre otras cosas en las reacciones emocionales.

De forma específica, se cree que está fuertemente implicada en el procesamiento del miedo y la detección inicial de amenazas, en particular debido a un importante papel químicosensible en la detección de CO2 en la corriente sanguínea. En otras palabras, el incremento en CO2 causa una reducción en la acidez de la sangre, lo que puede ocurrir cuando estás sofocado. La amígdala es sensible a la reduccion de este pH, y provoca una respuesta de miedo para que intentes resolver la situación. ¿Qué significa esto para los conservadores? Bueno, pues en realidad no mucho. Las creencias políticas son enormemente complejas, y pueden cambiar rápidamente en el tiempo. Para simplificar, puede ser demasiado simple llegar a inferencias causales como “bueno, la amígdala trata de la sensibilidad a las amenazas, y los conservadores tienden a ser más sensibles a las amenazas al poseer puntos de vista más estrictos sobre el crimen y el castigo”, lo que a su vez lleva a “las personas son conservadoras porque poseen una amígdala más gande”. Es una trampa en la que es fácil caer, y además es adecuada para ser leída en los periódicos, por lo que sucede inevitablemente.

Menciono esto porque hoy he leído un post de un blog del comentarista (neuro)político Chris Mooney en el que, pese a describir este tipo de críticas (y otras), llega a la conclusión de que, dado que hay algo de verdad en ellos, debemos prestar atención a los estudios de neuroimagen que nos dicen qué partes del cerebro son políticas. En primer lugar, este no es un argumento particularmente bueno. Puedo buscar todas las peras que quiera, pero si sigo recogiendo manzanas, lo que tengo es una cesta de manzanas. Más aún, conduce a todo tipo de cuestiones éticas dificiles sobre el tipo de información que se emplea ostensiblemente para “cambiar” a las personas. Sin mencionar que nos sitúa peligrosamente cerca de una moderna frenología.

Para ser claro, no me meto con la investigación científica que utiliza técnicas de neuroimagen. Simplemente pienso que necesitamos ser extremadamente cautos con cualquier intento de emplear esta investigación para desarrollar grandes teorías sobre características humanas complejas. Todavía hay un montón de cosas que no sabemos sobre el cerebro, y esgrimir prematurmente esta exigua investigación de formas embarazosas en el mejor de los casos es inúti, y en el peor peligrosamente divisorio.

Fuente: http://www.terceracultura.net/tc/?p=4627

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